Tao

RASPULIN

Raspulin, tiene 7 años. Tiene un secreto y lo guarda en el bolsillo. Un secreto que le hace muy fuerte. Invencible.

Hace unos días cuando vivía en el orfanato, el miedo le acompañaba a todas partes, ahora a miles de kilómetros, aunque en el colegio le miran mal, ya no tiene miedo porque tiene su secreto que le hace muy fuerte. Invencible.

 

El colegio de aquí no es igual que el de allí, dice Raspulin. En el orfanato o tenías buena memoria o te pasabas la vida en el cuarto de castigo. Repetir como un loro era lo único que te salvaba.

Aquí hay muchos profesores. No hay que memorizar todo el rato, porque unos hablan y hablan, otros escriben y escriben, otros preguntan y preguntan. Cada uno a su estilo. Todos hacen mucho ruido. Nadie escucha.

Para no oír el ruido yo me voy a mi mundo. Lo llamo mi mundo porque nadie parece verlo. Cuando llueve, veo a las gotas hacer carreras por el cristal y a veces me guiñan un ojo y veo sus figuras acristaladas como si se paralizarán. Sé cuando va a dejar de llover porque cambian de color y de forma.

En el aula es más difícil entrar en mi mundo porque la mayoría de las cosas están apagadas. Aun así, a veces invito a los haces de luz a que chisporreteen, porque así puedo ver lo que dicen los demás, incluso cuando no están hablando. Sus luces me hablan. Algunas tiran de mi o se me echan encima pero yo ya no tengo miedo. Meto la mano en el bolsillo, sonrío y las luces me dejan en paz.

Casi siempre es en estos momentos de clase cuando entro en ese otro mundo. Este es un mundo diferente porque no lo veo con los ojos sino con mi imaginación. Puedo pasarme horas y horas y eso me trae problemas. A veces despierto porque alguno de estos profesores me grita tan fuerte que doy un respingo. Al igual que ellos yo tampoco los estaba escuchando. Pero no es culpa mía. Ellos siempre hacen mucho ruido y yo no quiero  volverme sordo. Ya me lo dice el sol, ya me lo dicen los árboles, ya me lo dicen las luces. Abre los ojos, escucha los susurros, toca las caricias, saborea las brisas, olisquea los matices.

Ellos no lo ven y al igual que en el orfanato me ladran y se burlan de mi, porque dicen que soy raro, pero ya no me pegan. no sienten mi miedo que les da coraje; porque tengo un secreto en mi bolsillo y sólo tengo que meter la mano en el, para sentir la cálida mano que entrelaza los dedos con los míos  al salir de la escuela, cuando me encuentro con  ella para volver a casa.

Ahora tengo un secreto que me hace invencible. Tengo una hermana.