Tao

DIARIO DE UNA SENDA

Sin título

DIA 1º

EL SILENCIO

Bajo el agua puede que suceda. No es lo mismo.

Retrocede 10.000 años, mejor 100.000. No hay ciudades. La cultura está plagada de dioses, de luces, de oscuridades. Una cultura de cuentos abrigados por el fuego.

Elimina el ruido de los coches. Elimina el ruido de la ciudad. Elimina el ruido de las casas. Incluso las de piedra y madera.

Elimina el sonido de los pájaros. De los grillos. De las abejas. Y ya tan solo te queda el sonido del viento.

Elimínalo y añádele el algodón de la niebla que todo lo amortigua. Hasta el crecer de la hierba.

¡Ahí! Quizás, estés tocando el silencio.

 

senda de camile 2

DIA 2º

LA LINEA DE LA NIEBLA

La línea de la niebla reclama los dos mundos. Los pasos parecen flotar transitando por el cordal. Asomándose a la luz, sumergiéndose en el mar de las tinieblas. Mar de nubes que oculta los valles, jugando con el filo de las montañas.

Montañas que al norte desde sus picos, saborean sus sueños de castillos flotantes.

Al sur reclaman la majestuosidad de sus catedrales que en la luz guardan el conocimiento de los tiempos ancestrales.

 

es secreto

DIA 3º

ES SECRETO

Un objetivo, que no una obligación. Como el relámpago de la tormenta de ayer tarde nos llega la lucidez que nos invita a guardar un secreto. Todos los caminos, todos los pasos se acumulan en nuestra memoria.

Amenaza la lluvia, amenaza el cansancio, amenazan las costumbres y sistemas de creencias.

Nos trae al pairo. Saboreamos el viento, saboreamos las nubes, sentimos nuestras piernas y nuestras mentes que no creen en el sufrimiento que viene dado por la vida tantas veces.

Tomamos otra ruta y recortamos el asfalto, ya  que no nos agrada su servilismo cuando tratamos de recuperar a nuestros ancestros de pies descalzos sobre la tierra cálida. Aunque sea por un tiempo, aunque sea como balón de oxigeno, como refugio que nos permita reponer fuerzas para vislumbrar el camino.

Y sí, este un texto oscuro porque guarda un secreto que deja de serlo cuando llegamos al final, igual que los demás, al objetivo que nos habíamos trazado.

Cada cual con su sueño , cada quien con su destino, tratando de vivir desde el corazón.

Paso a paso.

 

lirio

DIA 4º

EL LIRIO

La mirada sigue las huellas del camino. A ratos un ligero vistazo abre la ventana de los próximos 100 pasos. Cien pasos son suficientes para elevarte al reino e los lirios. Cien pasos son suficientes para salir de su reinado.

Su color es un mar de azules flotando al viento en la tierra de los altos pastos. Como un cielo de estrellas oceánicas, de mariposas reunidas, reclaman la unión entre el cielo de los azules y la tierra de los verdes. Y para certificar esta unión entre lo creativo y lo receptivo surge la reina de todos los colores. Única entre todos los pobladores de este universo de lirios azules. Una sola reina flor. Un solo rey lirio a lo largo de los 104 kilómetros que ha durado la marcha.

Un solo Lirio blanco.

 

ciervo blanco

DIA 5º

EL CIERVO BLANCO

Después del largo día, del deleite de un paso tras otro, ahora me siento en postura de meditación. Sobre una roca que para el ecosistema de hormigas , lagartijas, saltamontes, flores y arbustos bien podría ser una montaña. Sin embargo ante la presencia de los valles y crestas que me rodean su nombre alcanza, no más, hasta el honorable título de Roca. Roca que me cobija y alimenta, devolviéndome todo el calor acumulado durante el día que asciende hacia el cielo, que ante la retirada del sol se enfría paulatinamente con el ocaso.
Trato de meditar con los ojos entre abiertos y al principio, como una mancha, después con claridad, veo surgir desde un collado lejano un río blanco de lava que se extiende por una pradera en pendiente. Me llega como un eco el balar de este sequito y me doy cuenta de que es un rebaño que avanza con inusitada velocidad y cubriendo rápidamente los verdes de blancos.
Un poco más abajo en una zona de bosques y claros salta vigoroso un ciervo. ¡Un ciervo blanco! Desaparece en el bosque y vuelve a brincar en un claro. Desaparece y abajo del todo vuelve a salir. Saltando, brincando. Rápido. Ladea un poco y comienza a subir veloz rodeando el rebaño a una cierta distancia.
Nunca antes había conocido la existencia de un ciervo blanco. Un regalo a la contemplación.
Surge detrás del rebaño una figura oscura. Es el pastor. Se para. También el ciervo blanco. Antes de respirar dos veces el ciervo: danzando, saltando y custodiando, me muestra su verdadera naturaleza y se acerca al pastor sentándose a su vera y observando tranquilamente a la marea blanca que pasta ajena a los delirios de mi cansancio y mi fantasía.
El mastín pirenaico. Señor de los pirineos. Veloz como un ciervo. Parsimonioso como un oso. Sin ser un ser mitológico, no deja de ser un regalo. Su presencia y su porte.
Sonrío con mi delirio. El último rayo del sol me guiña un hasta mañana con un destello.

 

6º dia

AL BORDE DEL HIBUPROFENO

Con las primeras luces comenzó a caminar. Ya su cuerpo se le había insinuado, aunque según sus cálculos aún faltaba. Una parada para una foto. Una sospecha. Un punto rojo hizo que le saltaran todas las alarmas. No. Aún faltaban días para la luna llena. Kilómetros acumulados en las piernas. Desniveles adheridos a su fatiga. El agua helada de los ríos alivia los doloridos pies.

Al ir a dormir una mezcla de malestares se diluyen en los recuerdos de los sabores del día:  una niebla tempranera que se deshace en jirones de sol que entre nubes y claros viste de luces y sombras el bosque. Los  rastros de los sarrios, de las marmotas, de los zorros… El vuelo de los buitres, alimoches, halcones… el regalo de las vistas de las cumbres que pueblan el sonido de la naturaleza, sin dramas, ni prisas hasta que estalla la tormenta por la tarde.

Han pasado ya cinco días y el malestar que le acurruca en la cama, que le hace presa de un día gris aunque luzca el sol, se ha diluido en el cansancio de sus piernas que gritan todos los días al llegar al refugio; pidiendo descanso, estiramientos, masaje, una buena cena y a dormir hasta que salga el sol.

Sin embargo la última noche no perdona y la luna sale llena en todo su esplendor, marcando los perfiles de las montañas pirenaicas. Al igual que el rojo del amanecer que lo mancha todo.

Por la mañana, todo indicaba que iba a claudicar. El dolor. La rendición llamaba a sus puertas, sin embargo la naturaleza en su sabiduría no le dio ningún descanso. El día salió malo. Niebla con intervalos de lluvia aderezados de viento que te dicen que no pares, que sigas caminando una hora, dos horas, por fin 8 horas.

La llegada al refugio es tan placentera que el momento de la rendición ha pasado. El esfuerzo de 6 días, de 104 kilómetros acumulados en las piernas dan paso a la plenitud y la fuerza que pide más. Más naturaleza, más camino, más armonía, más conexión. En definitiva: conciencia. Conciencia de la buena, de esa que alimenta el alma y equilibra el sufrimiento.

Los pirineos y sus sendas.