Tao

Baserria

Un día gris , lluvioso. Odioso para muchos.

Yo también lo viví así antes. Adoraba el sol. Me alimentaba del sol. Cambie de país por seguir al sol. Era feliz- Todo en mi vida estaba iluminado, calentado, alimentado… por el sol y todo lo que ello supone: alegría, calor, confort, seguridad…

Y entonces llego la guerra. Yo estaba en uno esas visitas relámpago que hacía a mi familia en esa tierra húmeda y gris que me había invitado a nacer y a crecer.

Las primeras tierras ocupadas fueron las del sur, esas tierras que me habían acogido. No pude volver. Cuando los ejércitos llegaron al norte tuvimos que huir a las montañas y fue allí donde la tierra volvió a extenderme su invitación.

El pulso se hizo lento. La quietud en la sombra fundamental. Creí que sin sol, pronto me marchitaría y acabaría consumido por la humedad, el frío, la tristeza y la incertidumbre.

Nada más lejos de la energía de la tierra. De tierra fueron nuestras casas. En lo más profundo del bosque. Allí me explicaron el significado de la palabra baserria las casas de nuestros ancestros. Baso Herria. Bosque y pueblo.

Las patrullas podían pasar por encima y no encontrarnos. Una cueva de tierra, un refugio, un olor, un calor inimaginable para mi. Incluso en invierno con una piedra al rojo y un poco de agua el calor permitía desnudarse y sentir la tierra limpiar cada poro de la piel. Con esa segunda piel, antes de que se desprendiera había podido presenciar escenas de la naturaleza extraordinarias por su intimidad e intensidad. Los animales y yo aprendimos a compartir los espacios y los alimentos.

La odiosa lluvia, se convirtió en el escudo perfecto para movernos. El movimiento continuo y vigoroso convertía el agua que empapaba mi piel en una sauna y hoy es el día que cuando llueve busco el placer de salir a caminar. Es cierto que en el bosque no existe el viento y una vez más la tierra con sus pulmones ondeantes en sus copas me mostraba que no era ella, ni triste, ni fría, ni húmeda si la leía con atención.

Había días grises, donde la niebla era tan espesa que hasta el bosque desaparecía.

Aprendimos entonces gracias a un viejo pastor que la niebla era como un lienzo que hay que saber interpretar y aprendimos a escuchar los sonidos de nuestra tierra que la niebla conducía como un hilo telegráfico. Aquello que un día normal no se escuchaba era incuestionable como mensaje.

Establecimos un código de repiquetear de palos en los árboles, de caídas de piedras en el desfiladero, de cuernos imitando la berrea, de silbidos de  águilas cazando… que nos permitían caminar con libertad, sin temor a encuentros sorpresa entre las nieblas.

Un día gris, lluvioso. Que delicia, que alimento para el alma. Seguido llegará el sol un día y seguiré disfrutando como cuando vivó en el sur.

Ahora vivo en el norte y me alimento de tierra y de sol por igual.

La lluvia es el puente que he aprendido a amar