Tao

El centro

Diez días en pared, escalando y hoy parece un día de esos. Elucubraciones. Hablando con la montaña. Un día me dijeron que las rocas son nuestras abuelas que guardan la memoria del mundo desde que el infinito concentró parte de su ser en este insignificante punto llamado  tierra.

Siento el corazón de la roca en mis manos. Sólido, tranquilo y paciente. Se desgasta con mi sudor. La erosión lleva otro ritmo. Siento las partículas de cuarzo que impregnan el aire. Entran las partículas en mi cuerpo al respirar.

Yo también soy roca.

Me uno a la roca y busco sus fisuras donde mis dedos se empotran. Busco los apoyos para mis piernas. Siento la rugosidad de su tacto donde mis pies de gato se adhieren. Busco mi centro y voy progresando por la pared.

Llego a un desplome. Estoy en mi centro, sí. Lo desplazo y parece que la pared tiene otro ritmo. Mis antebrazos empiezan a endurecerse.  Mas bien parecen la roca misma. La gravedad me manda un mensaje. No estoy seguro. Yo estoy en mi centro pero creo que éste mi centro; el que no coincide con el de la pared y la gravedad, dura demasiado. Una inspiración para relajarme. Hace viento y el cuarzo del aire entra en mi cuerpo. Siento su peso, siento mi rigidez, siento mi cansancio. Siento la gota que si cae aliviará mi peso y podré moverme. Encontrar el centro.

–       ¡Uaaaaaaaaaaaaaaaaa…!

El último seguro ha saltado. Caída de 20 metros. Colgado de la cuerda a 700 metros del suelo. El corazón desbocado. Mi compañero me sonríe. He quedado a su altura. Casi.

–       Se veía venir. Estabas descentrado.

–       Ya. Y ¿Cuál es el centro de la gravedad? ¿Dónde está el centro del infinito? Listillo.

–       El centro del infinito eres tu. Está en todas partes.

–       Siempre tienes respuesta para todo. Si está en todas partes, como sé cuando estoy en el centro.

–       Atendiendo a tus límites.

–       Y ¿cuáles son mis límites?

–       ¡Ah! No. No voy a decirte como vivir tu vida. Tu debes descubrir cuales son tus límites. Yo tengo los míos propios.

–       Por fin, una respuesta que no sabes. Venga, te toca. A escalar que yo no puedo más.

–       Voy…

–       ¡Oye!  ¿Cómo haces tu para saber donde están tus límites?

–       Prueba con el respeto. Amigo.

–       Amigo. Amigo. Una última pregunta ¿Por qué si somos gemelos, tu sabes más que yo?

–       ¿Quién de los dos es mejor escalador y quién me ha enseñado a escalar?

–       Yo. Bueno…a veces tu. Hemos aprendido juntos ¿No?

–       Pues eso… Dame cuerda, compa, dame cuerda.