Kien Lu Chang y Shi Leng Khio se encontraron en la entrada del templo.
Lu chang entregó las armas que a lo largo de su camino habían llegado a ser un apéndice de su propio cuerpo y espero arrodillado y en silencio el permiso para entrar.
Leng Khio entregó el cuenco que había medido a lo largo de su camino el límite de sus necesidades y se arrodilló al lado de su amigo de la infancia.
Los dos al firmar en la entrada habían renunciado a su nombre y esperaban al maestro para recibir su nuevo nombre.
Con el primer rayo de sol habían cruzado la puerta del templo. Al poco, el maestro había pasado al fondo del pasillo. Se detuvo un momento. Les sonrió y siguió su camino. El silencio les había acompañado todo el día. El sol declinaba y el maestro a pesar de haber pasado delante de ellos a lo largo del día, sólo les había dedicado una sonrisa amable sin darles su nuevo nombre.
Pasaron la noche arrodillados sin poder evitar los recuerdos de las largas y penosas meditaciones de su infancia cuando iniciaban cada uno sus caminos.
Por la mañana, el maestro se presento y aunque sonrió, su rostro se mostró severo a la vez que con un atisbo de sonrisa compasiva cuando les dijo:
– Me habían dicho que un maestro en el camino de la guerra y otro maestro en el camino del amor querían unirse a este templo para recorrer el camino de la compasión. Ayer me acerqué a saludarlos pero cada vez que llegaba a la puerta no ví más que a dos niños esperando el permiso de su padre. Aun así esperé paciente, por si llegaban los maestros. No es un camino fácil, el de abandonar tu nombre y por ello respeté vuestro silencio, pero aún estáis aquí y entiendo que no habéis cultivado el coraje suficiente para abandonarlo.
-Maestro ayer al firmar nuestra entrada lo abandonamos y sólo esperamos con humildad a que nos deis nuestro nuevo nombre.
– ¿Cómo pretendéis que yo os de un nombre que todavía no habéis vivido? Aquellos que recorren el camino del medio no tienen nombre porque son uno con el Tao. El Tao no tiene nombre mas que el que nosotros le ponemos.
El nombre del caminante del medio es aquel que los demás le conceden a raíz de su recorrido. No hay pruebas a superar en el camino de en medio. No hay objetivos que cumplir en el camino de en medio. La vida sucede y la vida es.
¿Acaso tu con tus conocimientos de la guerra dejarás que alguien sin justificación ninguna te apalee por puro capricho?.
O quizás tu, con tu comprensión del amor, ¿Dejarás que alguien te obligue a empuñar un arma para su propio provecho?
Antes de que digáis nada. No hay respuesta a esas preguntas, ya que pertenecen al futuro, lejos del camino del medio.
No existen maestros en el camino del medio porque no se puede elegir el camino de en medio. El camino del medio sencillamente, es el que es. Todo el tiempo y a la vez, nunca.
Tenéis dos opciones: saborearlo , observarlo, vivirlo todo el tiempo que podáis o perderos en su búsqueda.
Pasad y comenzad la vida del templo si es lo que vuestro corazón os dicta. Llegamos tarde a la limpieza de nuestro cuerpo, nuestro templo. Así es como acostumbramos a comenzar el día antes de darle la bienvenida a la unidad. Al cambio.
Kien Lu Chang y Shi Leng Khio habían tenido una experiencia de unidad a lo largo de sus caminos. Llegando a la comprensión de que todos somos uno, sin embargo comprendieron que estaban lejos de mostrarse como uno con el universo y salieron otra vez al camino, siguiendo los impulsos de su corazón. Empezando un nuevo ciclo, donde les esperaba conocerse a si mismos, conocer a los demás desde este nuevo yo y conocer el universo inabarcable en su infinitud, ese que les había tocado vivir en su finitud.