Ayer tope al Viejo Antonio por vez primera.
He oído de ustedes. En las cañadas dicen que son bandidos. En mi pueblo están inquietos porque pueden andar por esos rumbos.
“Y usted, ¿Cree que somos bandidos? Pregunto. El Viejo Antonio suelta una voluta de humo, tose y niega con la cabeza. Yo me animo y le hago otra pregunta: ¿Y quién cree que somos?
– prefiero que tú me lo digas” responde el Viejo Antonio y se me queda viendo los ojos.
“Es una historia muy larga”, digo y empiezo a contar de cuando Zapata y Villa y la revolución y la tierra y la injusticia y el hambre y la ignorancia y la enfermedad y la represión y todo. Y termino con un “y entonces nosotros somos el ejercito Zapatista de Liberación Nacional” Espero alguna señal en el rostro del viejo Antonio que no ha dejado de mirarme durante mi plática.
“Cuentame más de ese Zapata” después de humo y tos.
Yo empiezo con Anenecuilco, me sigo con el plan de Ayala, la campaña militar, la organización de los pueblos, la traición de Chinameca. El viejo Antonio sigue mirándome mientras termino el relato.
“No así fue”, me dice. Yo hago un gesto de sorpresa y sólo alcanzo a balbucear: “¿No?” “No”, insiste el Viejo Antonio: “Yo te voy a contar la verdadera historia del tal Zapata”.
Sacando tabaco doblador, el viejo Antonio inicia su historia que une y confunde tiempos viejos y nuevos.
“Hace muchas historias, cuando los dioses más primeros, los que hicieron el mundo, estaban todavía dando vueltas por la noche, se hablan dos dioses que eran el Ik’al y el Voltan. Dos eran uno solo. Volteándose el uno se mostraba el otro, volteándose el otro se mostraba el uno.. Eran contrarios. El uno era luz. El otro era oscuro. Eran lo mismo. Eran uno los dos, porque el uno hacía al otro. Pero no se caminaban, quedando se estaban siempre estos dos dioses que uno eran sin moverse. ¿Qué hacemos pues? Preguntaron los dos. Está triste la vida así como estamos de por sí, tristeaban los dos que uno eran en su estarse. No pasa la noche, dijo Ik’al. No pasa el día, dijo el Voltan. Caminemos, dijo el uno que dos era. ¿Cómo? Preguntó el otro ¿Para dónde?, pregunto el uno. Y vieron que así se movieron tantito, primero para preguntar cómo y luego para preguntar dónde. Contento se puso el uno que dos era cuando vio que tantito se movían. Quisieron los dos al mismo tiempo moverse y no se pudieron.¿Cómo hacemos pues? Y se asomaba primero el uno y luego el otro y se movieron otro tantito y se dieron cuenta que si uno primero y otro después entonces sí se movían, y sacaron acuerdo que para moverse primero se mueve el uno y luego se mueve el otro y empezaron a moverse y nadie se acuerda quién primero se movió para empezar a moverse. ¿Qué importa quién primero si ya nos movemos?, decían los dioses que el mismo eran y se reían y el primer acuerdo que sacaron fue hacer baile, un pasito el uno , un pasito el otro, y tardaron en el baile porque contentos estaban de que se habían encontrado. Ya luego se cansaron de tanto baile y vieron qué otra cosa podían hacer y lo vieron que la primera pregunta de ¿cómo moverse? Trajo la respuesta de ´juntos pero separados de acuerdo´, y esa pregunta no mucho les importó porque cuando dieron cuenta ya estaban moviéndose y entonces se vino la otra pregunta cuando se vieron que había dos caminos: el uno estaba cortito y claro se veía que ahí no más cerquita se terminaba el camino ese y tanto era el gusto de caminar que tenían en sus pies que rápido sacaron acuerdo de caminarse el camino largo y ya se iban a empezar a caminarse, cuando la respuesta de escoger el camino largo les trajo otra pregunta de ´¿a dónde lleva este camino?; tardaron pensando la respuesta y los dos que eran uno de pronto llegó en su cabeza de que solo si lo caminaban el camino largo iban a saber para dónde lleva el camino largo. Y entonces se dijeron el uno que dos era: ´pues vamos a caminarlo, pues ´. Y ahí no más se dieron cuenta de que tomaba mucho tiempo caminar el camino largo y entonces se vino la otra pregunta de ´¿cómo vamos a hacer para caminar mucho tiempo? Y quedaron pensando un buen rato y vieron que el Ik´al bien que se podía caminar de noche y que el Votan bien que se podía caminar de día y así sacaron respuesta para caminarse todo el tiempo. Desde entonces los dioses caminan con preguntas y no paran nunca, nunca se llegan y se van nunca. Y entonces así aprendieron los hombres y mujeres verdaderos que las preguntas sirven para caminar, no para quedarse parados no más.
Yo me quedo mordisqueando la ya corta boquilla de la pipa esperando a que el viejo Antonio continúe pero el parece no tener ya la intención de hacerlo. Con el temor de romper algo serio pregunto: “¿y Zapata?”
El viejo Antonio se sonríe:”Ya aprendiste que para saber y para caminar hay que preguntar”
El viejo Antonio saca de su morraleta una bolsita de nylon. Adentro tiene una foto muy vieja, de 1910, de Emiliano Zapata. Pero esa es otra historia.