La violencia atrae más violencia, el amor atrae más amor, la tristeza atrae más tristeza, la alegría atrae más alegría…
Estaban dos monjes taoistas descansando a la sombra de un árbol en un cruce de caminos cuando uno le dijo al otro:
– Imagina una guerra, una de tantas que se han dado a lo largo de la historia, donde el gobernante decide someter por la fuerza al país vecino para el bien de su pueblo y gloria personal como aquel que saco a su pueblo de la miseria o lo defendió de los posibles peligros.
Una guerra. Violencia gratuita. Un pueblo sometido, La tristeza de las perdidas.
Tras la tristeza, la alegría de haber sobrevivido. Una esperanza de vida. El perdón y tras este, el amor que surge en aquellos que ya no recuerdan la guerra, ni el motivo que la genero.
Imagina ahora a un superviviente de esa guerra que no olvida las perdidas, ni el sufrimiento, que alimenta el odio de sus hijos hacia aquellos que fueron invasores.
La violencia no tardará en llegar.
Imagina ahora a otro superviviente de esa guerra que vive en un valle casi perdido donde en su día no llegaron las penalidades de la guerra y no sufrió ninguna perdida.
Años mas tarde, unos ladrones llegan a su casa y al ver este sus intenciones, los mata a todos antes de que dañen a su mujer y sus hijos.
¿Cómo llegará el amor a esa casa?
¿ Acaso hay diferencia entre los tres actos violentos?
– Claro contesta el otro monje. La violencia del padre para defender a sus hijos está justificada.
– ¡Ya!. Todos los que cometen un acto violento tienen una justificación le replica el otro monje.
Ninguna guerra está justificada. La violencia en ningún caso es justa. Siempre que hay un vencedor y un vencido hay una injusticia.
Por ello, el mejor luchador es aquel que nunca lucha. Aquel que antes de que surja la discordia encuentra la solución. Aquel que sabe transformar el odio, la agresividad y la violencia, en amor, diálogo y paz.
Así se confirma la primera frase arriba escrita de que la violencia, atrae más violencia, la tristeza más tristeza, la alegría más alegría y el amor más amor.
¿No podrías aplicar el ciclo de violencia, tristeza, alegría, amor en los tres casos?
Sólo el miedo a perder y el concepto de presente, pasado y futuro te lo impiden.
En el primer caso el tiempo saca a algunos de la violencia y lo transforman en amor.
En el segundo caso el tiempo mantiene a algunos en la violencia y siguen alimentando el ciclo de violencia.
Y en el tercer caso el tiempo les devolverá la violencia.
Si no hubiera miedo a la muerte el tiempo no sería tan importante y sin miedo a perder el tiempo; el ciclo violencia, tristeza, alegría y amor se podría reducir sin que tuvieran que pasar generaciones que olviden el pasado o generaciones con miedo al futuro.
Sin embargo incluso reduciendo el ciclo de violencia amor esta dualidad dejaría una puerta abierta siempre hacia la violencia.
Por eso sólo se podría salir de este ciclo violencia amor y transformarlo en un ciclo de amor – amor cuando se viva desde la percepción de que todos formamos parte de un mismo ser y viviendo el aquí y ahora, desde el sentimiento y comprensión de unidad.
– Parece que el sol no calienta tanto.
– ¿Caminamos?
– Caminemos